viernes, 18 de octubre de 2019

Malas juntas


En la cúspide de los video juegos, de aquellos con estructuras de madera, de botones y palanca que se alimentaban con fichas estriadas, uno muy popular fue Street Fighter. Además de ser un adictivo video de lucha callejera de fines de los 80, fue más tarde, inspiración de una película que dejó mucho que desear. Cosecho malas críticas y tuvo como figuras de elenco a Raúl Juliá y Jean Claude Van Dame, principal culpable que pase mi infancia tirando piñas y patadas por la vida —como todos a esa edad—.

En una de las escenas del film, es capturado un soldado, uno de los buenos. Al borrarle su memoria y luego de inyectarle un líquido extraño —cosas de la ciencia ficción— capaz 
un cóctel de drogas para darle fuerza sobrehumana, por decir algo, se transforma en un animal de color verde, pelo rojizo y pajoso, apodado con el nombre de Blanka. Más allá de lo llamativo de su tono de piel —una especie de increíble Hulk de bajo presupuesto—, para convertir esa criatura en un ser maligno, es sometido durante un tiempo prolongado a la exposición de tormentosas imágenes desbordadas de crueldad, sangre, guerras, bombas atómicas y todo contenido relacionado con la violencia del hombre contra sí mismo.

Este parece ser el punto de intersección donde la ficción se convierte en realidad. Y así como alguna vez salieron las zapatillas que se auto ajustan, las Nike que usaba Marty Macfly en Volver al Futuro II. O autos de Google que se manejan solos, como el taxi de El vengador del Futuro con Arnold Schwarzenegger. Ahora es el tiempo donde, desde las pantallas planas, suelen acentuarse las malas noticias que ocupan una silla en nuestras mesas, en nuestros almuerzos y cenas familiares, en nuestras tardes ociosas, o incluso, en la recepción de algún comercio o sala de espera. Nos sobrexponernos a noticias que comprimen el pecho, que desdibujan las sonrisas, reflejando que las acciones violetas, los maltratos y la intolerancia, están flagelando a una sociedad atrapada y sin salida.

Estos síntomas no solo se proyectan en informativos, también trascienden a programas de chismes, redes sociales, en diarios digitales y papel —por nombrar algunos—. Campañas políticas se nutren de todo tipo de situaciones adversas para sumar adeptos a su partido, tanto de un lado o del otro de supuestas grietas. Basta con ver un noticiero por un par de horas, para darse cuenta que las buenas noticias son drenadas a cuentagotas. Nos levantamos temprano y un asesinato o una violación nos acompañan durante la mañana, tarde y noche. Como un reality y con muy pocos datos de un caso lleno de especulaciones, se rellenan gran cantidad de horas en todos los medios, pretendiendo atravesar la sensibilidad del espectador y captar su atención desde los hilos de la indignación. 

Aclaro que no implica encerrarse en una burbuja aislante de todo problema exterior, no solo sería egoísta e insensible, sino además nos mantendría desinformados de los hechos que nos acontecen. Las fatalidades lamentablemente suceden y debemos continuar ideando un plan para mejorar nuestro entorno, aportando desde el lugar que nos toque estar. No quedarnos anclados, discurriendo que las desgracias nos esperan agazapadas a la vuelta de la esquina. Porque lamentablemente siempre existió la maldad, como dijo Facundo Cabral "Si los malos supieran que buen negocio es ser bueno, serían buenos aunque sea por negocio". 

La vida real no es el reflejo oscuro que intentan exponer nuestros informantes. Como en todo ámbito, algunos tiran de la cuerda hacia adelante, otros necesitan ser guiados y siempre están los que tiran en sentido contrario, por tal motivo es indispensable que los del medio, esos que necesitan señales para seguir empujando, no suelten la cuerda por creer que la causa está perdida. No es necesario ser la encarnación de la madre Teresa de Calcuta o Ghandi, meramente siendo optimistas y aspirando a cuidar su rancho, procurando que ese efecto sea expansivo y contagioso. Y si no nos sale ser optimistas, porque ese día el viento sopla de norte, o no nace ser afables, al menos no ensuciar el camino.

Siempre se creyó que las malas compañías pueden torcer el accionar de las buenas personas, sin percatar que nuestra compañía más habitual es un caja cuadrada, que da noticias sombrías y se jacta de ser dueña de la verdad. 

Ahora que sabemos cómo viene la mano, prestemos atención con quién nos juntamos, de lo contrario solo es cuestión de tiempo, para que la piel se nos tinte verde y el pelo se ponga pajoso y rojizo, y soltemos la cuerda por creer que nada vale la pena, que la sociedad fijó su sentencia, matando a ese niño interior que una vez creyó que la paz era posible, y lo convencieron que dañar a los demás, es la verdadera naturaleza del hombre.

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