martes, 21 de mayo de 2019

Partido de Veteranos


Amanece un poco nublado y comienzan a sentirse los primeros fríos otoñales. La cancha uno del Jockey Club esta pesada, durante la noche y en las primeras horas de la mañana, llovió intensamente y de seguro, empeorará luego de los partidos previstos para la jornada.

Para muchos un día más, para otros no tanto. Desde el vestuario local comienzan a ingresar señores de más de cuarenta años con bolso en mano. Mientras tanto, cerca del mediodía, nos avisan que el equipo rival no trae reserva. Lamentablemente son situaciones que en nuestro nivel ya son moneda corriente. Tenemos tres horas de espera para ver el partido de primera, pero antes hay un evento que se roba nuestra atención. A la cancha salen dos equipos, el visitante con camiseta celeste y franjas blancas, mientras que el local, camiseta alternativa blanca con unas pequeñas franjas rojinegras. Y digo pequeñas, porque en esos cuerpos predomina el blanco en la zona media frontal, sumado a que las camisetas son muy ajustadas, no favorecen la estética de esos cuerpos tallados. 

No se advierte nerviosismo, experiencia sobra por todos lados. De todas formas algún sentimiento encontrado es ineludible, no lo exteriorizan, pero esa sensación de volver a pisar una cancha, de ver nuevamente a tu lado gente que usa tus mismo atuendo, de ser otra vez parte de un equipo, de pertenecer a los de la línea de cal para adentro, seguramente habrá invadido de recuerdos y nostalgia a más de uno.

Precalentamiento de pases. También veo al ocho pateando —cosa de no creer—, pero como es un partido de veteranos se puede esperar mucho de esto. Movimiento de hombros y trote suave para no malgastar piernas, hay que guardar las energías para quemarlas después del pitazo inicial. Lo sigue la foto grupal con ambos equipos mezclados, es imprescindible que se tome antes del partido porque hay apellidos de renombre capaces de convertir una cancha de rugby en un cuadrilátero tan solo con el chasquido de los dedos; pero el clima de camaradería parece deambular en el ambiente, al menos, durante la previa. 

La tribuna se llena de jugadores y familiares para disfrutar el encuentro. Los más chicos van a ver a sus entrenadores para tener fundamentos y poder contrarrestar algún posible reproche a futuro, "que me pedís que la de, si cuando te vi jugar te las comías todas..." o "¿que cuide la pelota?, ¿te vi tirando ese off load al hombre invisible y me queres corregir...?" Por suerte, el dicho: Haz lo que yo digo y no lo que yo hago, se aplica sin problemas a este tipo de insubordinamientos. 

La cancha se achica cinco metros de cada lateral, diez jugadores de un lado y diez del otro. Algunas reglas son adaptadas para este nivel y sin más preámbulos comienza el encuentro. Lo que parecía ser un partido de exhibición se transforma en un verdadero encuentro de rugby, tackles de una agresividad que se apoderan de la exclamación tribunera. Pases sobre contacto y buenas carreras dan como resultado el primer try del Jockey. Algunas cosas no han cambiado, el que no la daba, sigue con el hábito intacto. El de los pases pizzeros no perdió el don, pero así y todo, el equipo tiene un amplio poderío sobre el visitante y se escapa rápidamente en el marcador a pesar de algunas fallas que son totalmente entendibles por la falta de entrenamiento. La hinchada enloquece de a ratos con algunas magias individuales y corridas memorables que terminan en puntos a favor. También las risas se multiplican ante algún rastrón mal ejecutado, un buen tackle de ellos a los nuestros, o un mal pase, que en el segundo tiempo empiezan a denotarse con mayor frecuencia por el cansancio. En consecuencia, los cambios son reincidentes, el que mete un try o corre más de quince metros sale por uno más fresco. No solo los jugadores son los protagonistas, en un momento y cansado de los reclamos y quejas, el árbitro parece querer iniciar una contienda con un veterano Querandí, pero los locales logran calmarlo. Eso hubiese sido la frutilla del postre, digno de verse desde la tribuna comiendo pochoclo y en este momento seguramente estaría escribiendo las crónicas del árbitro y de sus dotes pugilísticos y no sobre los jugadores.

El juego se reanuda y de a ratos las piernas no responden. Parece un pasamanos de jugadores de metegol, hasta que uno de los nuestros se corta después de una linda jugada y faltando cinco metros, cuando el árbitro casi convalida lo que parecía inevitable, se le cae la pelota como quien lleva una bombucha en la mano y al mirar la hora, esta se le escurre por los dedos terminando en el piso, y un nnaaaaaaaa!! baja de la multitud instalada en la  tribuna después de ver algo, nunca antes visto.

Ya transcurridos dos tiempos de quince minutos y un suplementario, finalizó el encuentro. El saldo de lesionados no fue tan trágico, una rodilla con hielo a los cinco minutos del inicio, un tirón después de una corrida épica y un par de botines que necesitaban un cambio. Posiblemente a la noche los calambres y dolores habrán despertado esos cuerpos desacostumbrados, pero no cuentan como lesión, sino se ajustan al refrán Sarna con gusto no pica... pero duele. Un abultado resultado dejó como ganador a los veteranos del Jockey Club. Si bien, está lejos de ser un dato importante, ganar o perder no va a cambiar lo vivido, las caras de felicidad de sacarse las ganas, el aplauso de todos por un espectáculo que divirtió tanto a los de adentro como a los de afuera. Ver viejas glorias y otras no tan viejas pisar el césped, genera una agradable satisfacción de quienes alguna vez jugamos con ellos. 

Cerramos con una foto y nos quedamos compartiendo sus alegrías, hasta el comienzo del tercer tiempo que estuvo a la altura del encuentro. Desempolvando anécdotas y reviviendo jugadas y situaciones del partido.   

El Jockey es un club en crecimiento, ha apostado todo para lograr el cambio de categoría de su primera división, y si bien, muchos estamos aferrados a ese sueño, sentado en las gradas puede vislumbrar el desenlace de otro importante para los que pintamos canas, el de los futuros retirados, uno que va a prolongar ese cosquilleo por un tiempo más, uno que se llama: "Veteranos del Jockey Club".

3 comentarios:

  1. Te felicito Mache!! Disfruté leyéndolo , lo transmitido con mucho sentimiento!!

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  2. Fantástico relato y estoy orgullosa de mi adorado hermanito "Andres Santi" te quierooo grosso

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